lunes, septiembre 17, 2007

Mi dueña de casa

Llegué a vivir en esta casa de pura casualidad, aunque los dueños tenían suficientes recursos hasta ahora no comprendo por que tenían la necesidad de alquilar, como fuere en la casa solo vivían cinco personas: dos inquilinos (mi amigo y yo), la empleada (una cholita nada buena) y los dueños de casa: el marido (un bebedor habitual), la esposa (muy seria y recatada).

Las habitaciones estaban en el segundo piso, subiendo las gradas primero estaba mi cuarto, seguido de la de los dueños, el de la empleada y por último la de mi amigo al final del corredor; en tanto que todas las demás dependencias estaban en la planta baja. muy pronto se estableció una confianza compartida por todos los de la casa, es así que nunca nadie cerraba con llave su habitación y por lo general estas permanecían abiertas todo el día.

Las exuberantes formas de doña amanda la dueña de casa no pasaban desapercibidas por nadie, me atrevo a decir, y menos por un estudiante joven como yo que no desaprovechaba la oportunidad de contemplarla con mucho placer siendo que en algunas ocasiones doña amanda se había dado cuenta de ello, pero nada mas allá de unas miradas atrevidas de parte mía y otras de sorpresa o talvez cierto reproche de parte de la doña.

A los dueños nunca les faltaba acontecimiento social y acostumbraban terminar bebiendo en su sala, invitándonos (a los dos inquilinos) ocasionalmente a compartir con ellos. estos tenían sus propias peculiaridades cuando estaban tomados, don ricardo gustaba de escuchar música a todo volumen pegado del equipo de sonido y tomando sendos tragos de licor hasta quedar dormido en su sillón, en tanto que su esposa amanda, mostraba un cambio radical en cuanto a su comportamiento habitual, se ponía mas sociable, extrovertida, cariñosa, graciosa, hasta picarona de cuando en cuando.

Un día viernes por la tarde al volver de clases de la u entré en la casa, aparentemente, sin intención alguna, no hice el más mínimo ruido, subí las gradas y me dirigí derecho al cuarto de mi amigo, pero al pasar por el cuarto de la dueña para mi gran sorpresa ella estaba en ropa interior, en realidad un conjunto de lencería muy sexy, con liguero y todo la cosa, parece que se lo estaba ensayando, porque estaba frente al espejo mirando como le quedaba, yo me paré en seco y la observé con asombro, primero por lo buena que resulto ser la doña (como lo había imaginado) y además porque no se dio cuenta al principio que la estaba mirando, pero cuando se percató de mi presencia no se asusto ni un pelo, con la mayor calma y mirándome de reojo caminó lentamente hasta un lugar de la habitación donde ya no la podía ver.

Volví a mi cuarto estupefacto, me recuperé del impacto de esas maravillosas escenas y me dije a mi mismo que ella ni me vio por eso no se había asustado. pero mas tarde cuando nos encontramos en el pasillo, su mirada desmintió mi pensar, si me había visto observándola, pero ni modo, ya estaba hecho.

Al día siguiente los dueños retornaron un poco tarde de un bautizo al cual habían sido invitados, serían 11:30 p.m., al sentir la puerta bajé como yendo al baño, como siempre el marido muy borracho directo escuchar música y la esposa de ese animal también mareada pero no a tal punto, pero preguntando por todos de la casa: la empleada durmiendo y mi amigo estudiando en el parque, es decir, los únicos “concientes”: doña amanda y yo. luego de invitarme una copa de chuflay, ella entro al baño y no cerro la puerta, pude escuchar hasta el ruido que hacía al orinar pero no logre verla. para cuando terminaba mi copa el marido ya estaba como en trance, por lo nervioso que me ponía la situación yo preferí subir a mi cuarto, dejando la puerta abierta casi en su totalidad me recosté para seguir viendo tele, entonces sorpresivamente la doña paso muy lentamente por mi cuarto hacia el suyo mirándome casi de reojo, yo al notarlo apagué la tele y salí al pasillo, para cuando volvía su andar parecía el de una gata en celo, yo estaba parado en la puerta de mi cuarto, ella se detuvo y mirándome con seriedad me dijo “has visto lo que querías?, curioso?”, yo sabía bien a lo que se refería y respondí con algo de culpa y vergüenza que había sido sin querer, entonces me sorprendió lo que hizo, miró hacia atrás para ver a su marido, el cual ya dormía, y dijo “y ahora que vas a hacer?”, demoré unos segundos y la tome de la mano sin decir palabra, mi dueña de casa entonces se acercó mucho hacia mi, obligándome a retroceder lentamente hasta dentro mi cuarto, de espaldas a la puerta la cerro parcialmente y con sus ojos clavados en los míos. bajó la mirada y súbitamente me cogió por las pelotas, luego de palparlas por unos segundos metió su mano dentro mi calzoncillo y empezó a manosearme suavemente, en cuestión de segundos mi verga estaba poniéndose dura como roca y ella continuaba pajeándome, por mi parte le levanté la falda y metí la mano dentro sus bragas y comencé a acariciarle la concha que era muy, que muy, muchísimo muy carnosa y velluda.

Todo eso ocurría en una atmósfera extraña de nerviosismo y excitación, ella mirando como mi arma se ponía tiesa y yo viendo, o al menos tratando de verle la ranura que la tenia cubierta por una espesa mata de vello. ni siquiera nos besamos, tampoco pude siquiera ver sus tetas aunque las manoseé por sobre su blusa, pero lo que hice mejor y con suma rapidez fue subirle la falda hasta la cintura y bajarle la bombacha hasta los tobillos, como si nos entendiéramos solo con las miradas se puso de rodillas en el suelo apoyando su torso en mi cama, tal y como yo lo deseaba, me acerque y primero le mordí el jodido culazo, dejándole marcas en su nalga, aunque se quejó con suavidad era evidente que eso le gusto mucho, yo realmente quería chuparle la concha, las tetas y todo, ella no quiso seguro por miedo a ser descubiertos, lo que ella quería era que la culearan, a pesar de lo excitada que parecía estar su tremenda chupila estaba muy seca pero eso sí muy caliente tanto que parecía tener entre las piernas un cráter volcánico, entonces me dijo "espera" y se humedeció la raja con su propia saliva y me ordeno diciéndome "ya", antes de clavarla jugué un poco recorriendo mi verga a lo largo de su rana y su culo tratando de abrirme campo entre esa selva de pelos, primero solo le metí la cabeza de mi palo pero al sentir la calidez de su concha supe que ese era el rumbo y empuje con fuerza hasta lo mas profundo, doña amanda solo hacía esfuerzo para no gemir ni hacer ruido, le peiné la concha hacia adentro una y otra y otra vez, hasta el fondo, me dejó terminar en su mera raja, no me pareció que ella haya terminado, pero me importó poco.

Con las rodillas un poco adoloridas, debido a la posición, pero con la satisfacción de haber hecho realidad uno de mis mayores deseos de ese entonces me levante y al hacerlo le ofrecí papel higiénico, lo tomó dándome las gracias con mucho nerviosismo, no se si por el papel o por el culeito tan delicioso y veloz que nos habíamos mandado. envolvió papel en su mano y se lo puso en su raja para secar toda la leche con que yo le había llenado la concha a mi dueña de casa, se levanto, subió su bombacha, se arreglo la falda y todo lo demás, y salio con sumo cuidado, se dirigió a la sala para recoger a su marido y llevarlo a su cuarto, ambos pasaban por mi puerta, el tipo neto de borracho y ella solo dijo “buenas noches joven (mi nombre), hasta mañana”, solo atiné a responder y lo hice cortésmente.

Volví a mi cuarto y me recosté pensativo, no podía quitar de mi mente la imagen del señor culo de mi dueña de casa, mi verga estaba otra vez dura e impregnada del aroma de la concha de doña amanda, esa noche casi no dormí. aunque mi amigo supo del incidente del día viernes, donde vi a nuestra dueña de casa en ropa interior, decidí no contarle lo que acababa de ocurrir con doña amanda, desde ese momento ese era un secreto compartido tan solo entre ella y yo, posteriormente me costó bastante repetir la aventurilla, en realidad de que las cosas se dieran para volver a disfrutar a mi dueña de casa, pero luego de mucho esfuerzo, insistencia y buena suerte el resultado fue maravilloso, solo pude tenerla una ves más.

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