lunes, julio 31, 2006

Pasion con un ejecutivo [ Relato Hardcore ]

Los asientos de su coche se amoldaban perfectamente a mi cuerpo, iba recostada mirando al frente. Pedro y yo teníamos una importante comida de trabajo. Nos esperaban sobre las dos y media en in lujoso restaurante de Madrid. Teníamos el tiempo justo para llegar, pero la entrada de Madrid estaba algo colapsada por el tráfico.

Pedro era un ejecutivo envidiable, tanto por sus dotes intelectuales como por su atractivo físico. A sus cuarenta y pico era un hombre guapo, rubio, pelo corto ondulado, ojos azules, labios carnosos y con un cuerpazo de vértigo; medía 1.75 y era delgado pero musculoso. Yo, una jovencita que recién empezaba a trabajar, ansiosa por vivir, los hombres me encontraban muy atractiva, 1.64 de estatura, delgada, pelo largo moreno, ojos negros, de nariz chata, boca de piñón y labios carnosos. Mi pecho era normal, talla 90 y por suerte compraba pantalones de la 38.

Pedro y yo llevábamos 3 meses trabajando juntos en la empresa. Era casado, pero desde el primer día que le vi me sentí muy atraída por él. Dos semanas después de conocerle me descubrí a mi misma pensando en él cuando me masturbaba por las noches, pero mi gran duda era si él sentía la misma atracción por mi...

Aquel día hacía calor, era el mes de agosto. Levábamos las ventanillas bajadas y mi largo cabello se movía con él aire ,llegando en ocasiones a taparme la cara. Yo llevaba un vestido por la rodilla de color rojo y unos zapatos de tacón de aguja del mismo color. Él vestía el típico traje de ejecutivo, pero sin chaqueta. Le miré durante largo rato mientras conducía, paramos en un semáforo y me devolvió la mirada. Me quedé helada, un escalofrío recorrió mi cuerpo, nunca antes me había mirado así. Puso la mano sobre mi pierna derecha, estaba ardiendo, mi respiración comenzaba a acelerarse progresivamente, me acarició, entonces yo tomé su mano y me introduje con suavidad el dedo índice de Pedro. Jadeó y echó el cuello hacia atrás. El coche se puso en marcha. Yo lamía su dedo, haciendo círculos en su yema...me di cuenta de que su pene escondido debajo del pantalón estaba erecto. Solté su mano.

En el siguiente semáforo volvió a mirarme, metió su mano lentamente por debajo de mi falda, me acarició por encima de las braguitas pero después las echó a un lado y su dedo se introdujo en mi vagina, la cual estaba muy lubricada por mi excitación. Sentía que me moría de gusto, mi mano fue directamente a su pene, lo acaricié por encima del pantalón durante un rato. Casi sin darme cuenta estábamos delante del restaurante. Nos miramos y salimos los dos del coche.

La comida se me hizo eterna, pero muy agradable. Pedro estaba sentado a mi lado. Mientras los demás comían y hablaban metió su mano entre mis piernas. Al principio puse resistencia, pero sucumbí a su mano experta. Me metió primero un dedo, luego fueron dos...yo no podía más, tenía que disimular ante los acompañantes. Me mordía el labio inferior de placer y me daba la impresión de que los demás lo notaban. Quise corresponder a sus juegos, así que mi mano fue directa a la cremallera del pantalón de Pedro. Saqué su pene completamente erecto y comencé a acariciarlo con ternura. Suspiró tantas veces que no se como los demás no se dieron cuenta de lo que ocurría debajo de la mesa. Los dos acariciándonos, ante un público que no se percataba de nada...era una situación realmente excitante para ambos. No aguanté más y me corrí. Fue un orgasmo en silencio pero intenso, en ese momento cerré los ojos y el placer se apoderó de mi cuerpo. Pedro estaría a punto, pero no podía seguir, si él se corría podríamos tener un grave percance. Me levanté y fui al servicio; me miré en el espejo, estaba sonrojada, los ojos me ardían, fui a coger un trozo de papel del bolso para limpiarme de la corrida cuando apareció Pedro en la puerta del servicio de mujeres. Se acercó a mi y me besó ardientemente, sentía su lengua recorriendo cada espacio de mi cavidad bucal mientras sus manos levantaban mi vestido, dejando ver unas braguitas azules transparentes. Nunca antes me habían besado así, me sentía llena en todo sentido, y me entregué por completo a sus caricias, a sus besos... mientras nos besábamos Pedro me dirigía a la puerta de uno de los baños, una vez dentro echó el cerrojo. Era amplio, todo allí era muy lujoso y la limpieza era apreciable. Le desabroché los pantalones mientras él bajaba mis braguitas, el contacto de mi vagina con el aire me excitó aún más, bajé sus pantalones, y los calzoncillos boxer que llevaba ,su pene erecto se posó sobre mi clítoris. Cogí su polla y me acaricie la rajita con ella, estaba chorreando y sus gemidos me estremecían. Él se sentó en el váter y me dijo: ven belleza, súbete encima mío y cabálgame con todas tus fuerzas... Me puse sobre sus muslos y noté como me entraba la puntita, Pedro me cogió por la cintura y empujó hacia abajo, mmm.. me entraba toda, le sentía completamente mío dentro de mí, empecé a moverme de arriba abajo cada vez más rápido. Pedro estaba fuera de sí, gemía desesperado siii sigue, así me decía más rápido, siii, me voy.... se apoyó en las paredes mientras yo rodeaba su cuello y me movía arriba, abajo, derecha, izquierda...movimientos circulares hasta que sentí que se vaciaba dentro de mi, su semen llenaba mi vagina por completo y yo me corrí con él, chillé como una loca, y esbocé un grito ahogado. Mis manos sudorosas resbalaban por las paredes del baño, se fue pasando el placer y yo me seguía moviendo, cada vez más agotada. Hasta que no pude más y me dejé caer en su pecho. Nos abrazamos, todavía con su pene dentro de mi, y nos besamos por última vez antes de que me levantara. Pedro estaba sudando, las gotas le caían por la frente. Sin darnos cuenta habían pasado ya unos diez minutos, y no esperaban en la mesa. Me arreglé como pude, tenía una expresión de felicidad en mi cara, con un brillo en los ojos que no había visto antes en mi rostro. Decidimos que él saldría primero. Dejé pasar un minuto y me incorporé yo también a la mesa. Nuestro acompañantes nos miraban de una manera extraña, era evidente la cara de ambos después de haber echado lo que se dice un polvazo. Pero no me importó lo más mínimo. Estaba deseando que terminara la comida para poder estar a solas con Pedro, y terminar el encuentro.

Pero mis planes se echaron a perder cuando ya despidiéndonos del grupo, apareció su mujer. Venía a recogerle para salir juntos. Yo sentí una punzada, los ojos se me llenaron de lágrimas y se me hizo un nudo en la garganta. Miré hacia arriba y tragué saliva para contener el llanto. Me acercaron a casa. Una vez en mi casa, un par de lágrimas resbalaron por mis mejillas. Una extraña sensación me invadía, era una excitación apasionada combinada con la más amarga tristeza.